viernes, 29 de febrero de 2008

De Oscar


Mi amigo Óscar me envía una película que se ha llevado el Oscar a la mejor canción de este año. Pero yo eso no lo sabía hasta hace diez minutos. Lo que sé es que precisamente ese tema me encandiló anoche, hasta el punto de que buscando a sus autores me he enterado del premio. En fin, el trabajo, que me hizo dormir en vez de oír la gala de LA (ya te copio, Marianita) como todos los años. Os dejo el videoclip de Falling slowly, como se llama la canción, compuesta por Glen Hansard y Marketa Irglova.

Birmania


Ha sufrido tanto o más que los monjes y demás opositores a la Junta Militar de Myanmar, pero ni viste túnica azafrán, ni chilla con su megáfono, ni reza contra la represión. Aunque sus ojos gritan más que cualquier letanía, que cualquier consigna. Se llama Birmania, tiene cuatro años, pupilas tristísimas, negrísimas, y 70 perdigones y una bala en su cuerpo de perra mestiza. Su historia está hoy en todos los periódicos, pero no podía dejar de recordarla en esta humilde choza. Por suerte, la asociación El Refugio la ha salvado de una muerte segura. Al principio, cuando la encontraron en una finca de Toledo junto a sus ocho cachorros, sólo le vieron un ojo dañado, ciego de un perdigonazo, algo habitual en animales destinados a la caza. Al hacerle una radiografía vino la conmoción: más de 70 proyectiles y una bala en el costado. Nunca, dicen los veterinarios, se habían encontrado un caso tan sangrante. Ahora están buscándole una familia de acogida, mientras le terminan de hacer pruebas para saber qué daño le está causando tanto plomo. Está ingresada pero su estado de salud es bueno.

A los que a veces pensamos que los perros son infinitamente mejores que los humanos estas cosas nos causan una úlcera del 20. Otro caso, otro más de los muchos que esta y otras asociaciones denuncian a diario. Por eso hay que contarlas, hasta que el código penal se aplique como dios o el diablo mandan, hasta que deje de haber matagatos por el mundo. Os dejo el vídeo en el que veréis a Birmania medio recuperada. Y un regalo: el artículo de Reverte, aquel de la perra canela, uno de los más hermosos del Jefe. Que para algo viene a cuento.





jueves, 28 de febrero de 2008

28F


Los nacionalismos me parecen un atraso notable en estos tiempos de globalización. Tampoco creo que tenga más mérito nacer en una comunidad histórica o en una que no lo sea. La batalla de los Estatutos me interesa sobre todo si con las reformas se logra mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Pero ya. La defensa del terruño no ha sido nunca una de mis prioridades, pero debo reconocer que hoy, 28F, el primer Día de Andalucía fuera de Andalucía en muchos años, me está volviendo un poco bizcochona. Todo suma: la lejanía de los míos, que sí están hoy de fiesta; los recuerdos del desayuno de pan, aceite y batido en el cole, decorado con banderitas, como previa a un día sin clases; los cinco años de Medallas de Andalucía, cinco años de emociones, de gente [más o menos] admirada, de momentos impagables con Antonio Ramos Espejo, Francisca Adame, Sara Baras, Márquez Villanueva, Chocolate, Ruibal, Ginés Morata y hasta Bisbal.

De los himnos digo lo que George Brassens aplicaba a la música militar (escuchadlo en boca de Paco Ibáñez), con lo cual me pasa lo contrario que a aquel niño que inventó Delibes para su Madera de héroe, o sea, no me emocionan lo más mínimo. No es esa parafernalia la que me hace querer a Andalucía, sino la sensación de pertenencia a una tierra que fue, que es, mi infancia, mis recuerdos, mis sueños, el teatro de operaciones de mi vida para lo bueno y lo malo. En esas galas del Maestranza, entregando las distinciones de Hijos Predilectos de Andalucía, he escuchado lo que yo siento en palabras de un maestro, el filósofo Emilio Lledó. Nunca nadie lo ha resumido de una manera más bella y certera. Y más aún ahora, que estoy lejos del sur. Os dejo algunos párrafos de esa patria encerrada en un fandango (aquel titular que me prestó el dire), la misma que siente esta mediomanchegamedioandaluza que hoy está lejos del Paseo de Colón, y lo echa de menos.


"Muchas veces me he preguntado de dónde soy, aunque mis raíces de diez o doce generaciones estén en Salteras. Pero nunca me ha inquietado ese aparente desarraigo porque, en ningún momento, me he sentido desarraigado. Después de la guerra civil, pasaba los veranos, para reponerme del hambre madrileña, en Salteras, en casa de mi madrina Fernanda, casada con un tío de mi padre, que murió muy joven. Yo fui, para ella, el hijo que no tuvo, y glosando, salvadas las diferencias, al paisano a quien tanto admiro y que tanto me acompaña, fue mi infancia y adolescencia el recuerdo del olor del jazmín, de un patio de Salteras.
¿Mi patria?: Mi lengua y el mundo real o literario que la cobija. Y un poco también el Neckar que fluye junto a Heidelberg, a cuya vera pasé diez años de mi juventud con Montse, y donde también se asienta mi memoria, porque nada hay más inmóvil que un río que fluye. Y el Pisuerga, y el Teide, a cuya sombra, en la Laguna, di mis primeros paso de catedrático universitario y donde nació mi hijo pequeño, Fernando ¿Y por qué no la suave curva del Mediterráneo, en las costas de Barcelona, en cuya Universidad trabajé once años?¿Mi patria? ¿Y por qué no los años de Berlín, esa ciudad sorprendente, paradójicamente tan poco prusiana, en la que han vivido alguno de las personalidades más libres y creadoras de nuestro tiempo (Bertold Brecht, Albert Einstein, Max Plank, Käthe Kolwitz, Clara Zetkin, Rosa Lusenburg, Otto Klemperer, George Grosz, Robert Koch, Hans Scharoun, Walter Benjamin, Rudolf Virchow, Lovis Corinth, Lise Meitner, Paul Hindemith, etc.) y donde pude presenciar toda las conmociones que provocó la caída del muro?
¿Mi patria?... Pero un día, en mi casa de Berlín, sentí, por la radio, un fandango de Antonio Núñez, y esa voz de mil resonancias y matices, me trajo el recuerdo de las manos de madrina Fernanda, y el olor del jazmín de su patio y el frescor del pozo. ¡Mi patria!, dije. Mi pueblo, mi gente, mi memoria".


P.D: Aquí va un enlace con varios himnos de Andalucía, que así versionados y aflamencados parecen menos politizados. Os recomiendo el tema orquestral de Manolo Sanlúcar, las alegrías de Chano Lobato y la taranta de Carmen Linares: http://www.cecaba.org.ar/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&p=163#163

miércoles, 27 de febrero de 2008

La verdad está en Nevada

"Sin embargo, hay un dato en este artículo que es cierto. Al parecer hay un estado en este país que se llama Nevada". La frase proviene de El precio de la verdad, de Billy Ray. Os pongo en contexto: la película se basa en el caso de Stephen Glass, un jovencísimo redactor de The New Republic que cada semana conseguía las mejores historias para su revista. Personajes originales, coincidencias tremendas, entrevistas dramáticas. Todo le caía en las manos. Qué gran periodista era. Grande hasta que un reportero de la competencia, Adam Penenberg, enfadado tras recibir el chorreo de su jefe por haberse tragado una noticia dada por Glass, empieza a indagar y averigua que todo es mentira. Que ni una línea de su artículo sobre piratas informáticos era cierta. Nada. Ah, sí, hay una verdad: Nevada existe. A partir de ese descubrimiento la carrera de Glass se tambalea y acaba despedido. De los 41 textos publicados en su revista, 27 resultaron ser total o parcialmente falsos. No es una historia de película, sino uno de las grandes mentiras del periodismo contemporáneo.


El film no es gran cosa, aunque entretiene y, sobre todo, apunta claramente algunos de los grandes males del oficio. Lo vi hace días y me ronda sin parar. Hay actitudes de honradez impensable: un director que defiende a su trabajador a capa y espada cuando empiezan a poner en duda su trabajo, que le pide al redactor sus notas para comprobar lo correcto de la información, que mueve Roma con Santiago para dar con las fuentes de ese redactor y así demostrar que lo que escribió era cierto. Fe ciega a prueba de pruebas. Claro, así se la pegó. Me gustaría pensar que hay directores dispuestos a blindar así a uno de los suyos antes de poner en tela de juicio su trabajo. De hecho los hay. Lo sé. Pero debería haber más... Es tremendo ver a esa pareja de redactor y dire visitando los lugares donde supuestamente se había celebrado ese congreso de hackers inexistente. ¿Pero aquí caben 200 personas como decías en el artículo? Ah, conque este sitio cierra en domingo... ¿ese congreso no fue en domingo? Ya, que este no es el prefijo de Nevada y tu fuente se supone que era de allí. Ya, que has perdido tus notas. Ya, que no encuentras a tu fuente porque te salta el contestador. Vaya, conque cenaste con tus fuentes en un restaurante que cierra a las tres de la tarde... Todo se responde igual: "Me la han jugado, me la han jugado". Qué actorazo el Glass este.

Es impagable asistir al rosario de mentiras del tipo, asediado ya por un director que desconfía y por el periodista de la competencia, de Forbes, que le desmonta la noticia. Y la escena final de ese dire revisando un año de revistas y parándose a ver mentira tras mentira, roto, sentado en el suelo viendo las que le habían colado sin verlas... "Nos entregó ficción tras ficción y lo publicamos como cierto. Es indefendible", dice. Lo peor es que en esta revista cada texto pasaba por las manos de unas 20 personas antes de imprimirse, ya no sólo para revisar erratas, sino para constatar la veracidad de las informaciones. Adivinad quién era el redactor más detallista con los textos de los demás... Hasta los abogados de la revista analizaban las noticias por si tenían alguna repercusión legal. ¿Alguien conoce algún ejemplo parecido en España?


Es tenso el momento en el que toda la redacción (novia de Glass incluida) parece que se pone a favor del mentiroso, en contra del "vengativo" director. Y emociona ver que cuando encajan el golpe y se dan cuenta de quién ha engañado y quién es justo, todos a una arropan al jefe y firman una disculpa a los lectores. "Tiene gracia. Creía que tendría que explicároslo todo", dice el dire. En junio de 1998 The New Republic publicó esa nota de excusas. Dos directores habían sido engañados: Michael Kelly, quien contrató al primo, hombre al que echaron de TNR por criticar al Murdock de turno, y que acabó muriendo en Irak mientras cubría la guerra en 2003; y Chuck Lane, quien destapó el montaje y que hoy sienta cátedra en The Washington Post. En mayo de 2003, licenciado ya en Derecho por Georgetown, el señor mentiroso publicó un libro, The fabullist, en la que tenía el rostro de novelar su hazaña. El chico campero que acaba firmando en la única revista que viaja a bordo del Air Force One. El sueño de triunfo americano. La mentira en su quinta esencia. El problema no es Glass, al que pillaron, sino los infinitos Glass repartidos por las redacciones del mundo.



Os dejo buena leña:
http://www.forbes.com/1998/05/11/otw3.html (Adam Pennenberg. El artículo de Forbes que desmonta la primera mentira sobre el congreso de piratas informáticos).

http://amsterdam.nettime.org/Lists-Archives/nettime-l-9805/msg00034.html(Hack heaven: el texto del engaño que desata la caza).



http://iusandlaw.blogspot.com/2005/09/dime-mentiras-dulces-mentiras-parte-i.html (Una página muy completa que he encontrado a través de Google y de Claudia, una estudiante de Periodismo que apunta maneras y que escribe aquí: http://ccb86.blogspot.com/2007/04/el-caso-de-stephen-glass.html).


lunes, 25 de febrero de 2008

Cabo Verde


Cómo respira el alma aunque sólo pases día y medio en otro país. Y más si es en África. Y más si es en el trópico y dejas a tus espaldas, allá, muy lejos, la lluvia y el frío helado. Ni 30 horas estuvimos en Cabo Verde, pero con eso bastó para traernos en la retina una tierra volcánica, a la que no hay dios de arrancarle nada comestible, habitada por gente pobre, sí, pero feliz. De nuevo la dignidad de la pobreza y la sonrisa en mitad de los escombros, la suciedad y el hambre. Como mis palestinos. Poner un pie en la pista del aeropuerto de Praia, la capital, es bañarte en humedad ardiente. Fuera abrigos y bufandas y pasminas. Con la misma bocanada de calor entra en el cuerpo el olor a sal del mar recuperado, hacía ya tantos meses que no lo veía. Agua y sol. Un escenario propicio para espejismos. Pero no, lo que encontramos de camino a la ciudad era bien real: una carretera solitaria porque allí hay 0,14 coches por familia, o sea, doce veces menos que la media española; chiquillos en bicis destartaladas comiendo mangos; cuadrillas de obreros apiñadas en furgonetas prehistóricas; chicas que vienen ellas sabrán de dónde afanadas en hacer autostop. Por las ventanillas entra el mar por los ojos, por la nariz, mientras la gentileza caboverdiana empieza a manifestarse en parabienes y ofrecimientos. Oír otra lengua, qué gozada, ese portugués chillón.


Al alcanzar la ciudad es cuando se toma conciencia del atraso del país, que tiene más de 800.000 paisanos repartidos por el mundo, enviando remesas para mantener a su gente a flote. Casas de adobe entre carteles que avisan del riesgo de contagio del SIDA, tiendas que parecen chabolas ocultas tras toneladas de chatarra, carteles que piden que votes a FILU, un partido que se anuncia con una gaviota. Lo juro. Aquí y allá un bloque de pisos medio apañados, en cuyas escaleras el personal ve pasar la vida mientras tararean ritmos de morna. Y allá a lo lejos, la zona rica, con hoteles más que decentes. Allá, pasando ese muro que hace de pequeño malecón negro. Pasando ese islote triste en el que se conservan los restos de un hospital, ese al que mandaban a los enfermos recién llegados en barco, a pasar la cuarentena. Hoy no hay enfermos (casi ni barcos) y sus paredes muestran pintarrajeadas estrellas del Che. Los barbudos cubanos son allí un mito, porque en las escuelas de Fidel se formaron para la revolución muchos de los que se levantaron en armas en 1975 y lograron la independencia de Portugal. La revolución de los claveles fue la llamada a la acción. La formación en Cuba dotó de cabeza, estrategia y valor a esa lucha. De ahí que media isla, que medio país, hable un español dulzón, cubanísimo.


Los mil viajes en coche de edificio oficial a edificio oficial nos permitieron ver calles asfaltadas y baches imposibles, niños desnudos y mujeres occidentales, sudor de obrero y oficinas de estafador inmobiliario. Entrar en una de las dependencias del Gobierno es como acudir a esas oficinas del INEM franquistas, grises, de nuestros años 80. Eso sí, pobladas con unos políticos con ganas locas de comerse el mundo. Doy fe.


Sólo unas horas tuvimos para enamorarnos de Cidade Velha, la Ciudad Vieja de Praia. A un cuarto de hora en coche (por carreteras excelentes por las que nadie transita), están los restos del dominio español, cuando en el siglo XVI aquello también cabía bajo el manto de Felipe II. Coronando una meseta agreste y seca se encuentra la Fortaleza Real de San Felipe, que el buen católico mandó construir en 1587 tras haber sufrido los ataques de Francis Drake, un maldito perro inglés que se ganó a pulso el título de pirata. Similar a la fortaleza blanca de Punta de Sagres pero oscura y amenazante (poco legado alegre nos dejó don Felipe), ha sido levantada de nuevo con dinero español, el de la Agencia Española de Cooperación Internacional, que también ha construido un centro de interpretación en el que se explica que, cinco siglos atrás, ese recodo de isla fue un puntal para España y Portugal. En ese centro, un humilde vídeo narra la historia, mientras un gato enclenque y amarillento ronronea a mis pies. Parece que murmure un fado. A la salida, riadas de niños como el tizón, con sus baberos azules del cole, visitan la fortaleza con sus profes. Sé que no me creeréis, pero en la megafonía suena de fondo Al alba, de Aute, y hay un enano de ocho o nueve años que se la sabe. Palabra. Lo mejor es la vista, saber que en línea recta, allá en dirección al agua, no encontraremos más tierra hasta la Antártida...


Tras una bajada accidentada entre piedras y arena llegamos a la playa de Cidade Velha. Ha sido un camino caluroso, tortuoso e inmensamente instructivo. Porque vimos lo que no se quiere enseñar: casas destrozadas, niños harapientos, gallos retozando en los patios de argamasa de cal, abuelas moliendo grano, regueros que no son de agua, chozas sin puerta, sin luz, sin agua, bocas sin dientes, ojos con alegría desbordante entre tantas faltas. Al final de ese viacrucis, de ese bofetón sin manos en la conciencia, vuelve la luz, el mar, la plaza urbanizada de la ciudadela. Cerca de los muros remozados de la , la Catedral, está el pelourinho, o la picota que diríamos aquí. Es el punto, marcado con un obelisco, en el que nuestros antepasados compraban y vendían esclavos. Hoy es lugar de charla y descanso para viejos y niños. Los barcos llegaban cargados de lastre de piedra blanca europea, lista para ser usada en las iglesias, y de vuelta, para que el barco no se hundiera, se llevaban esclavos. Sencillo, humillante. Es nuestra historia. Lo hicieron los nuestros... En la picota desemboca la Rua Banana, la calle más antigua del país, donde hace seis siglos se apiñaban las grandes mansiones de los tratantes de esclavos y los armadores de postín. Ahora, perdido el esplendor, la pueblan casas de adobe, al final de una ribera de 20 kilómetros cuajada de palmeras, a modo de oasis. Y al lado de la gran calle, la gran sorpresa: la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, donde se pararon a rezar (y a por provisiones, eh) el almirante Colón (en su tercer viaje a las Américas), y Vasco de Gama. Al entrar se siente una sensación doble, el frescor y la sorpresa. Frescor de templo blanco, salvador del bochorno; sorpresa de encontrar la bóveda de crucería más meridional del mundo, puro gótico del XV a la altura del corazón de África. Ni en Santo Domingo hay ejemplos coloniales tan al sur. Levantada por negros esclavizados, alberga las tumbas de los grandes señores que gobernaron el país, una maraña de calaveras y tibias que nunca se ordenará. Hasta hace nueve años, esa iglesia estaba hundida en el lodo, olvidada. Fue la cooperación española quien la rescató. Pardiez, permitid que le eche piropos a los nuestros por una vez. No me lío más, sólo os comento que a 200 metros se encuentra un convento franciscano de 1640, hecho polvo por piratas ingleses por pura codicia. No llegamos a verlo, pero seguro que vale el regreso a la isla.


La plácida comida entre macacos y gallos, a 32 grados y con humedad del 87%, acabó en un suspiro. Tocaba vuelta al trabajo, al durísimo trabajo. Vuelta a la ciudad civilizada, donde ni un ladrillo supera los 40 años de antigüedad. Quiero comprar algo de Cesaria Evora, quiero comprar café, quiero una tortuga gigante aunque sea de madera. Nada de nada. Sudor y trabajo mientras los occidentales se bañan plácidamente, mientras un niño chiquitín se acerca a la valla -la que separa al rico del resto- y sonríe y ofrece cacahuetes. Y vuelta al oficialismo y a los pasillos. Es lo que toca. Cuando a las ocho embarcamos rumbo a casa tengo la sensación de no haber ni rozado con los dedos este país. De que quise bucear en su alma y me quedé en los labios. Tantos misterios en una tierra de mezcla, de razas sin raza, de religión sin dios y con mil dioses, de sangre viva. Hay que volver. A ver quién se apunta...

lunes, 18 de febrero de 2008

Buenas...

Hermanos, nunca hubiera pensado que seríais tantos los que os pasearíais de cuando en cuando por esta choza. Y mucho menos aún que echáseis a faltar algunas de las tonterías que se me ocurren y con las que me desahogo del mono de no escribir. No sé cómo agradeceros los reproches por esta ausencia (no creo que haya sido tan larga, ¿no?), porque los tirones de orejas reconfortan. Quién me lo iba a decir.
Prometo ponerme las pilas en breve, en cuanto acabe esta travesía del desierto preelectoral. Una de dos: o me muero o salgo hecha una dama de hierro. Si no cae algo en estos días, os emplazo al lunes. Entonces podré haceros la crónica del viaje a Cabo Verde que emprendemos esta semana. Un regalo de fin de curso. Nada, que se les quiere, y si no lo digo reviento.

jueves, 7 de febrero de 2008

Arthur y George


El astigmatismo de George Edalji lo salvó de la ignominia en 1907. Diez años atrás había sido condenado a tres años de cárcel por mutilar animales en mitad de los pantanos ingleses y, aunque libre ya, no había manera de quitarse de la piel esa sensación de vergüenza, de culpa injusta. Hijo de un pastor de origen indio, el racismo y la envidia contra un joven medio pobre convertido en exitoso abogado lo llevaron a chirona. Hasta que un día, tras muchos meses de batalla, logró entrevistarse con Sir Arthur Conan Doyle, que con un vistazo encontró el principal argumento a su favor. Si usted no ve ni tres en un burro es imposible que abriera el vientre de veinte animales de noche y con precisión de cirujano. Es la historia de Arthur y George, el libro de Julian Barnes, maravilloso, en el que demuestra que el padre de Holmes y Watson también tuvo en su vida crímenes que resolver.
La recomendación de hoy viene al hilo del artículo que se marca en El País Carles Geli quien, a propósito del encuentro de novela negra de Barcelona, nos cuenta que va a salir a la venta otro libro, Conan Doyle, detective, que abunda en esta vertiente del misterio real. La obra, del dublinés Peter Costello y editada por Alba, rememora el caso Edalji y narra los pasos del maestro tras Jack el Destripador o tras Agatha Christie, desaparecida en 1926. Os dejo el enlace del artículo, el de la librería barcelonesa Negra y Criminal (que ampara esa semana negra y tiene los mejores fondos del planeta) y el del Círculo Holmes, la asociación más respetada en España. Aunque yo lo que quiero es formar parte de los Irregulares, ya lo sabéis.



http://www.negraycriminal.com/

miércoles, 6 de febrero de 2008

Tiempo de cambios

Hace apenas dos horas ABC confirmaba la sustitución de José Antonio Zarzalejos al frente de la dirección del diario. Su puesto lo ocupará Ángel Expósito, hasta ahora director de Europa Press. A su vez, a Expósito le toma el relevo en la agencia Javier García Vila, actual director de gestión de EP. Anunciados los cambios, sólo queda desearles a los compañeros de ambos medios que tanta revolución sea un paso adelante, que sea para bien. Y enviarles mucho ánimo, que la tarde de corrillos y nervios es de las que se recuerdan largos años. Suerte...




martes, 5 de febrero de 2008

Dignidad

Yo me quiero morir rápido, sin enterarme, de un plumazo. Un visto y no visto. Como toda la humanidad, entiendo, no quiero dolores ni pesares, ni angustiosos meses de decadencia, de ver que te vas, de ver que eres una carga, aunque querida, para la familia. Quiero morirme con dignidad, vamos. Es lo mínimo que deberían concedernos Dios o el Diablo en esta vida, al menos. De ahí que desde aquí transmita todo mi apoyo al doctor Montes de Leganés y a su equipo, que intentaron hacer menos traumático el camino hacia el fin a un buen puñado de pacientes del Severo Ochoa. Mucho se ha escrito estos días al respecto, así que no haré aquí una tesis. Sólo os animo a que leáis el artículo que publicó Jorge M. Reverte en El País, en el que relata cómo falleció su madre, con el empujoncito de quien la quería. Mucho cariño, mucha claridad de ideas, mucha valentía hay en este artículo. Os dejo la versión de la web que se ha creado en apoyo a Montes:

http://quemeatiendamontes.wordpress.com/2008/02/03/una-muerte-digna/#more-21

lunes, 4 de febrero de 2008

Vuelve Roth


Cada vez con más frecuencia necesito una dosis de Philip Roth. Cuando entra en vena una vez el cuerpo te lo reclama con urgencia. Puro mono, vamos. Por eso es una alegría encontrarse con la noticia de una nueva novela. Se titula Sale el espectro, la edita Mondadori y es la despedida de Zuckerman. En su honor os añado un párrafo de Me casé con un comunista. Fantástico.


"El militante presenta la fe, una gran creencia que cambiará el mundo, y el artista presenta un producto que no tiene cabida en este mundo, que es inútil. El artista, el escritor serio, introduce en el mundo algo que ni siquiera estaba ahí al comienzo. Cuando Dios hizo todas las cosas en siete días, las aves, los ríos, los seres humanos, no dedicó ni diez minutos a la literatura. "Y entonces existirá la literatura. A algunos les gustará, a algunos les obsesionará y querrán hacerla...". No, no. Él no dijo eso. Si entonces le hubieras preguntado a Dios: "¿Habrá lampistas?", te habría respondido: "Sí, los habrá, porque habrá casas y serán necesarios los lampistas". "¿Habrá médicos?". "Sí, porque la gente enfermará y necesitará médicos que les receten medicinas". "¿Y literatura?". "¿Literatura? ¿De qué me estás hablando? ¿Para qué sirve eso? ¿Dónde encaja? Por favor, estoy creando un universo, no una universidad, nada de literatura".

Sangre congelada


A las diez y media de esta mañana un terrorista suicida ha asesinado a una mujer en un centro comercial de Dimona (sur de Israel) y ha herido de gravedad a 11 personas más. "En respuesta al crimen", el Gobierno israelí ha bombardeado Gaza, matando a una persona, un civil también, y causando heridas a otras cinco. Sangre con sangre se paga. Y esa sangre, en vez de encender los ánimos de los políticos para impulsar de una maldita vez eso que llaman proceso de paz, no sirve para otra cosa que para "congelar" las negociaciones. Lo ha dicho el primer ministro hebreo Ehud Olmert: "Las conversaciones con el presidente de la ANP, Abu Mazen, están congeladas hasta que su Gobierno no dé una respuesta contundente a estos asesinos".
Se acabó. Llevábamos un año sin suicidas por esos lares, y de nuevo su aparición enturbia los avances (la pantomima más bien) de Annapolis y otros inventos de Bush. Lo peor es la muerte y el dolor, pero también es infinitamente malo que Israel se haya anotado un tanto a su favor: llevaba días diciendo que entre los palestinos que cruzaban a Egipto desde Rafah no sólo había niños con hambre, padres en paro, chavales sin gasolina, médicos sin medicinas. Que había terroristas y que se harían notar. Ayer fue el momento. El Gobierno israelí confirmó que el terrorista suicida (a quien acompañaba otro colega abatido por un policía tras la primera explosión) había entrado a Israel desde Egipto, sin identificarse como palestino. Un coladero, que decían los ultraortodoxos. A ver quién les quita ahora la razón. Hasta dos grupos diferentes, los Mártires de Al Aqsa y el Frente Popular para la Liberación de Palestina, se roban el mérito de la infamia. Un caos. Otro paso atrás. A ver cuándo levantamos cabeza de una vez.



La foto: AP / Diego Mitelberg

Resurrección


El Periódico de Cataluña no sólo ha sido el único diario del mundo que, junto a The New York Times, ha rescatado del olvido la maleta mexicana de Robert Capa. Ahora, además, publica imágenes inéditas de la estancia de Friedman en el frente catalán, durante la Guerra Civil española. Hay fotografías en las que apenas sale de refilón, como ésta en la que ayuda a reparar una rueda, pero es suficiente. Es la constancia de que estuvo aquí, de que se integró con las gentes de este país, de que aquí vivió y amó y sufrió. Siempre dijo que España había marcado su vida y su obra como ningún otro país. ¿Alguien se anima a reconstruir sus pasos por esta tierra? Que llame que me apunto.



viernes, 1 de febrero de 2008

Ejemplo

Se llama Daniel y es un hombre admirable. Sordo a los cuatro años, ciego a los 30, cada día batalla por mantener la normalidad a raya. En su mano recibe con gestos la información que sus ojos y sus oídos le niegan. Sin alguien que le teclee en la palma de la mano, sólo le queda el aislamiento absoluto. Su historia, tremenda, la avanza hoy El País, como previa al reportaje que Juan José Millás publicará el domingo en el EPS. Os dejo el enlace del vídeo que nos enseña a Daniel guiándose por el sol en su cara, con sus carteles pidiendo ayuda para montar en el bus o cruzar la calle, jugando con su hija. Qué historia. Qué buena. Esto es el periodismo, contarle a la gente lo que le pasa a la gente. Y más si es gente tan extraordinaria. Ahí va:

http://www.elpais.com/videos/sociedad/sordoceguera/Millas/elpvid/20080201elpepusoc_1/Ves/