martes, 5 de mayo de 2009

Quiñones

Como es de Cádiz, pasando Despeñaperros lo conocen regular, pero Fernando Quiñones es uno de los mejores autores contemporáneos que ha tenido este país. Sólo La canción del pirata es una obra maestra de sabiduría, humor, dominio del lenguaje e imaginación. Ahora, milagro, hay quien ha tenido la virtud de acordarse de él y publicar su biografía. Habrá que ir a por ella.

"Mi primer berrido en el mundo lo escucharon la arena caliente y el tinglado que en ella se apañó mi madre por atrás de una barraca, hecho con lienzos de velas rotas, palitroques y cañizo trenzado con juncos de las dunas, como nido de pájaro. Y allí se quedó luego. La ayudó en su trance una mujer de la vecindad, pues no era sólo mi madre la que andaba al abrigo de la almadraba; no me acuerdo mucho si de invierno, pero en lo demás del año si que vi por allí cobijos parecidos de otras y de otros, cada cual viviendo solo, nadie en pareja, y quitándose de encima por lo menos los nortes, las levanteras o el solazo. Y aquel mismo hombre, que ya le perdí nombre y cara aunque la voz se la sigo oyendo, me contaba que mi madre me tuvo a eso del mediodía y que los jaladores del atún, y quienes están a limpiarlos y a salarlos, andaban compadeciéndose al oír las voces y lamentos del parto entre el chillerío de las gaviotas; tan cerca de la faena se había echado ella que, a no ser porque los embebía el arenal, su sangre y humores al parirme se hubieran arrebujado con la sangraza de los atunes, todavía temblones y cargados en hombros por la truhanería. De ahí me vendrá, y de aquellos años playeros, que me guste el olor del pescado crudo tanto o más que el mejor perfume de la Arabia, cuando es olor que a todos disgusta, y que tampoco me haya hecho nunca gran impresión la vista de la sangre."
La canción del pirata. Vida y embarques de Juan Cantueso (fragmento).-

4 comentarios:

Unknown dijo...

Hombre, ya te debía unas cuantas tapitas, pero al ritmo al que vas acordándote de los gaditanos creo que ya vamos por una cena contundente de El Faro. Y que viva Quiñones

Unknown dijo...

Pues no leí nada suyo :( Habrá que hacerte caso. Normalmente aciertas con cosas buenas

Unknown dijo...

Píllate lo que quieras, guapa. Todo merece la pena. Los cuentos son maravillosos

Miguel dijo...

De cuando Burgos era un periodista respetable, capaz de escribir artículos en alejandrinos. Hasta yo admiraba cómo escribía. Después, ahora, se ha quedado vacío y, a mi entender, que es escaso, es un colaborador 'estrella' de diario centeneario vergonzoso y vergonzante. Él. De las tres letras, otro día hablamos.De antes del fascismo, vamos:

Tango para Quiñones

En su Cádiz se ha muerto Fernandito Quiñones, me lo dice, tan triste, al son de la habanera, el compás de la brisa que por los Callejones me trae la noticia con compás de falseta.

En su Cádiz se ha muerto la canción del pirata, en su Cádiz se ha muerto una prosa que era una gran temporada con historias del vino, con leyendas marinas y gracia de su tierra.

Arroyuelos de gracia fluían por tu pluma, veneciana y latina, quizás un poco griega, con una flor de Ascanio arrancada de un libro escrito en esa carta de una novia primera. Que como el mundo es grande y más desde tu Cádiz, celebraste, Fernando, tus bodas con Venecia, Bucintoro de sueños que al mar le va entregando un anillo de bodas imperial, como un César.

Llora ahora la espuma camino del castillo, el sol ya te concede su luz, como un Planeta, inmortal gaditano, ay, clásico entre clásicos, cantaor, que es la vida la negra petenera. Recorrías, Fernando, la orilla de la playa, Robinsón de Chiclana con gorra caletera, y entre vasos de plástico y entre bolsas de papas fijabas en la orilla esplendor de Academias. Te recuerdo así siempre, de la Piedra Cuadrada al castillo y la gloria que llamaste Caleta, tú novio enamorado de la sal de la espuma, y de la piedra antigua, y de la plata quieta, cuando el guiño del faro con sus complicidades te hacía confidencias con la marea llena.

Caminito adelante, allí frente el castillo, contemplo sobre el agua flotar una botella. Por las escaleritas del parchís de tus gentes, por las piedras de bingo, de sopor y de siesta, imitando lo tuyo de limpiar esplendores recojo la botella que está sobre la arena.

Dentro trae un mensaje. Tu botella de náufrago. En el papel escrita reconozco tu letra. Y leo lo que pones, Fernando chiclanero, Robinsón de castillos sin fantasmas en pena:

"En este paraíso al que le llaman Cádiz una vez hubo un hombre que contó la tristeza que tiene una alegría por dentro de sus cantes, también contó la cosas que este mar trae y lleva, amó y fue amado, escribió muchos libros, con la sonrisa puesta sus gentes lo recuerdan. Se llamaba Fernando y en este paraíso, de baluarte a castillo, encontró la belleza. Lo nombraron alcaide al final de sus días y le dieron las llaves que su vida ahora cierran. Don Fernando Quiñones, un hombre de su tiempo, que llaman Siglo Veinte y a su fin ahora llega, quiere dejar escrito en la mar de su Cádiz que la literatura es siempre una botella que un náufrago al mar lanza, solitario y desnudo, por si alguien un día por el mundo la encuentra".

En el Cádiz que has muerto, Fernandito Quiñones, en esta tarde triste, descorcho tu botella. Ahora traen las barcas mojarras plateadas, y te hago una corona igualito que aquella con que fuiste una noche un senador romano ciñiendo por laureles mojarras caleteras. Ese mar de tu gloria el compás ahora marca, en la sal de la orilla tristes voces se templan. Ya suena una guitarra, y un laúd va sonando. Yo no sé ya si es tango, o si acaso es que suena ese son de La Habana y el Cádiz de tus sueños que escribir no quisiste: es ya tuya la letra. La habanera me cuenta tu mensaje de náufrago. Y el sol, que ahora se pone, a tu Cádiz me lleva.